Lleva por apellido Romero, como el arbusto denso y aromático de aspecto espigado que conserva todo el año las hojas y el color verde.
Así podemos definir al faraón de Camas. Denso y aromático, y el verde, ese color característico de Curro que siempre llevó por bandera, y que enarboló un príncipe que destapaba el tarro de las esencias de tarde en tarde.
Aun persiguen los buenos "Curristas" como sueños anhelados, la media templada, o el "kirikiki" garboso con el que Curro Romero dibujaba en las tardes de cal y que volvía loco al respetable de los tendidos en cualquier plaza de toros.
Cumple el maestro Curro Romero, ochenta años, casi na, y parece que fue ayer mismo, cuando levantaba pasiones e incertidumbres en su estilo de torear. Un estilo marcado con un sello propio e irrepetible dentro y fuera de la plaza.
Maestro, muchas felicidades en su onomástica y muchas gracias por haber contribuido al mundo del toro con la grandeza de su figura y de su historia.
Larga vida al maestro, larga vida a Curro Romero
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