Seis años seis han tenido que pasar, para que los aficionados de unas de las fiestas con mayor arraigo y tradición de nuestra querida España, volvamos a presenciar a través de la televisión pública una corrida de toros.
Rios de tinta han corrido estos días en diversos medios de comunicación hablados y escritos como si de un evento extraordinario y sin precedentes se tratara,´habrá que plantearse que nos ha llevado a esta situación.
Resulta al menos paradójico que políticos de ideas avanzadas y defensores de "su" democracia coarten la libertad del ciudadano aficionado a los toros en una televisión que sustentamos con nuetros impuestos esgrimiendo como argumento un "Manuel de Estilo".
En un estado de derecho como el español, todos tenemos derecho a elegir nuestras preferencias, nadie está obligado a ver una corrida de toros en una determinada cadena cuando el panorama televisivo ofrece una amplia oferta de canales de diversa programación.
Televisión Española ha llegado a un acuerdo con los toreros, sus apoderados, el ganadero, Victoriano del Río, y el empresario vallisoletano, Antonio Matilla, por el que todos ceden sus derechos y por lo tanto la Corporación sólo tendrá que abonar el coste del despliegue técnico necesario para la retransmisión de la corrida de toros.
Este dato es importante para aquellos que se rasjan las vestiduras tomando ventaja con el panorama de la crisis, viendo la paja en el ojo ajeno, y si no, observen las declaraciones de la portavoz del Partido Animalista contra el Maltrato Animal (Pacma), Silvia Barquero,quién declaró que "es una decisión partidista que el Gobierno del PP utiliza para defender sus propios intereses y no las demandas de la sociedad".
¿Acaso el aficionado taurino no forma parte de la sociedad española?
Sin lugar a dudas es digno de elogios que políticos con sentido comun devuelvan la fiesta taurina a su normalidad y sobretodo el esfuerzo encomiable de las partes interesadas (toreros, ganaderos, empresarios, etc)... en tiempos revueltos.
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